"El cuento de la criada" o "Nolite te bastardes carborundorum"


Título: El cuento de la criada
Autora: Margaret Atwood
Editorial: Salamandra
Página web: http://salamandra.info/libro/cuento-criada
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 416
PVP: 19 € (11.90 € en eBook)






"No debe existir diversión con respecto a nosotras, no hay lugar para que florezcan deseos ocultos; los favores especiales están vedados tanto para ellos como para nosotras, no hay ninguna base en la que pueda asentarse el amor. Somos matrices con patas, eso es todo: somos recipientes sagrados, cálices ambulantes."

"El cuento de la criada" pag. 196, Ed. 2017

De todas las distopías que he leído, ésta es la que más miedo me ha dado. Porque no es en realidad una distopía. Las distopías, para mí, siempre han sido como cuentos con moraleja, mensajes de advertencia de hacia dónde va el mundo, hacia dónde va la humanidad. El peligro de la tecnificación, el peligro de la manipulación de información, el peligro de los grandes medios de comunicación de masas para sofocar el pensamiento individual. Vamos hacia ese precipicio a no ser que des un volantazo a la izquierda ahora mismo. Son avisos de peligro con un gran componente de especulación.

"El cuento de la criada" está ocurriendo ahora mismo en varios lugares del mundo. Ha pasado. Volverá a pasar. Es tan predecible como un episodio de un procedimental policíaco con muchas temporadas. O por lo menos lo es para las mujeres. Si no vivimos en ese infierno, vivimos aterradas con la posibilidad. Y eso es casi lo más desasosegante: mientras que puedes suponer que otras distopías pueden desactivarse si los hombres se alían, en este caso el problema son... los hombres. ¿Para qué van a impedir ese mundo de pesadilla para las mujeres si en él ellos son los amos? Y el propio libro trata de dar respuesta a eso: porque solo unos pocos hombres serán los amos, de una cárcel muy pequeña, rodeada por alambre de espino, mientras que el resto se arrastrará en un mundo sin el más mínimo atisbo de compasión o amor. 

El patriarcado no solo afecta a las mujeres. De hecho, es posible que algunos hombres estén en una situación peor. No hablo ya de los homosexuales, ni de los hombres transgénero (ellos ya saben lo tóxico que es el patriarcado), sino los hombres normales a quienes les ha tocado la pajita más corta en el juego del poder. Cuando se habla de los males del patriarcado y de la opresión masculina, siempre sale el típico listo que saca a relucir un hombre pobre o un obrero con un trabajo especialmente duro y mal remunerado (pensemos en un minero) y pregunta si él también es un opresor. La respuesta fácil a esta queja que solo aparece en ese momento (porque en una huelga de mineros ese mismo luchador por la justicia será el primero en denunciarla, llamarlos vagos y espetarles "haber estudiado") es decir que si él está mal, cómo estará la parte femenina de su familia o de su trabajo (sí, hay mineras). Esa es la respuesta fácil, pero hay otra, un poco más perversa. En el patriarcado las mujeres somos objetos, bienes de consumo. Se nos quiere solo por una cosa: nuestra capacidad reproductiva. Todo se reduce a eso. Y como en el capitalismo con los medios de producción, no todos tienen acceso a esos bienes de consumo. Habrá una masa de hombres que, sin poder, se verán reducidos a ser meras bestias de carga, encargados de los trabajos físicos más duros y peligrosos. Incluso una mujer puede llegar a vivir mejor o más cómodamente que ellos y podrá tener más facilidades, porque tiene cierto valor en ese mundo. Por supuesto, estoy hablando de mujeres fértiles. Si no puedes concebir ya no sirves, y si no sirves, se te elimina. En la versión dura del patriarcado hay hombres que tienen acceso a mujeres y hombres que no.

¿A qué venía todo eso? A que una mujer y un hombre (heterosexual) probablemente lean este libro de forma diferente. A la mujer se le encogerá el corazón y parecerá que todos sus miedos se plasman en las páginas del libro. Un hombre lo verá, probablemente, como una fabulación interesante. Podría creer que no le afecta. Pero lo hace. Un mundo donde solo los hombres tengan todo el poder es un mundo muy pequeño. Y muy triste. Y muy duro. 

Y no solo para las mujeres.

Pero las mujeres lo pasaremos en general peor porque, como diría Mafalda, esto es solo un "continuose del empezose de ustedes". Nada de lo que aparece En el cuento de la criada es una invención. Oh, la República de Gilead como tal tal vez, pero no lo que significa, ni las bases sobre las que se asienta, ni las técnicas que utiliza. Y la prueba más fehaciente de que es un historia muy real y plausible es que los últimos acontecimientos en el mundo hayan despertado el interés por el libro, viendo en él escenas casi premonitorias. No, Margaret Atwood no es pitonisa, aunque lo parezca al leer la novela, simplemente conoce la Historia. También conoce el mundo, porque aunque nos fastidie reconocerlo, el mundo no ha cambiado tanto. Grupos utilizando "los valores tradicionales" para conseguir o mantener el poder, y feministas divididas en grupos, en general mal vistas, casi como Cassandra antes de la caída de Troya. Y la propia autora parecía tener sus más y sus menos con ciertas feministas de entonces (esa es la sensación que me da, podría estar equivocada), pero al mismo tiempo admitió algo muy profundo que en tiempos civilizados suele obviarse: "Sí, puede que no todas sus acciones sean correctas y parezcan un poco exageradas. ¿Pero sabéis qué? Mejor exageradas que muertas". Atwood da voz a Defred (la criada que nos narra la historia) para que admita que su madre, por muy desastre que fuera, por muy fuera de lugar que parecieran sus acciones, tenía razón en algo: si eres mujer siempre debes estar alerta, porque tus derechos, tu lugar en el mundo, puede desaparecer fácilmente. 

Todo lo que creías inmutable, inalienable, indestructible, puede serte arrebatado. Así que saca la cabeza del culo, porque aunque creas que estás a salvo, no lo estás. Nunca lo estarás.

La facilidad tan apabullante que parece tener Margaret Atwood para narrar esta historia, para decir tanto con tan pocas palabras, es asombrosa. La novela tiene una forma extraordinaria para hablar sobre ser mujer en el mundo actual, un mundo de hombres donde al menos tienes derechos fundamentales.  
Las noticias de los periódicos nos parecían sueños o pesadillas soñadas por otros. Qué horrible, decíamos, y lo era, pero sin ser verosímil. Sonaban excesivamente melodramáticas, tenían una dimensión que no era la de nuestras vidas.
Éramos las personas que no salían en los periódicos. Vivíamos en los espacios en blanco, en los márgenes de cada número. Esto nos daba más libertad.
Vivíamos entre las líneas de las noticias.
Pag. 94

Todo da miedo en este libro, tanto el "presente" que nos describe como el posible "futuro". Cada capítulo, cada página, cada línea narrada por Defred es desgarrador e inquietante, y más cercano a nuestra realidad de lo que quisiéramos admitir. Y hay alguna que otra pincelada igualmente difícil de digerir para el feminismo: las mujeres ayudarán a crear una distopía que las despoje de todo derecho. Uno de los mayores aciertos de los nazis fue darles un lugar a las mujeres en la lucha que organizaban. Al final para encerrarlas en la cocina y no dejarles más que parir hijos blanquísimos y rubísimos, cierto,  pero la propaganda nazi hacía un esfuerzo para aparentar que la mujer era el centro y la clave de su lucha (y teniendo en cuenta lo coercitivos que solían ser los liberales con las mujeres y sus deseos, parecía incluso un avance). Ser mujer no significa automáticamente ser buena  y justa y libre de prejuicios.

De la misma manera, nuestra protagonista es una protagonista parcial, subjetiva, poco fiable: sabe lo que sabe, que ni es mucho, ni tiene por qué ser la verdad. Y lo que es más: nunca sabrá mucho más de lo que ya conoce. Si esperáis una historia con un gran trasfondo político, donde conozcamos los tejemanejes de los poderosos, donde haya una gran trama de intriga en el que se decida el futuro mismo de ese mundo, esperáis en vano. La novela no va de eso. Construye el mundo a través de pinceladas —pocas pero suficientes— que permiten situar a Defred en un plano, en un lugar y momento concretos, y eso es todo. Lo único que podemos saber es qué le pasa a Defred, qué piensa, qué padece. El resto es para nosotros tan lejano y desdibujado como lo es para ella. No hay una resistencia clandestina dispuesta a luchar. O sí que la hay, pero Defred no la va a liderar. Eso no significa que no luche. A su manera.

Porque esa es la cuestión, la República de Gilead es horrible y deprimente, y sin embargo, sin embargo, El cuento de la criada es una historia optimista, una llamada a la lucha, a resistir. Podía haber sido como 1984, y dejar al lector con la sensación de que nada se puede hacer, de que los malos siempre ganan, abandona aquí toda esperanza. Pero, pero, la novela decide no ser así. Oh, podría terminar de forma horrible, está en manos del lector pensarlo. Pero esa es la cuestión: es el lector quien decide si dejarse llevar por el cinismo o no. Es un poco como el final de El laberinto del fauno: dice mucho más de quien recibe la historia que de su autor. Al final, el amor nos salvará.


"Quizá nada de esto sea verificable. Quizá no se trate en realidad de quién puede poseer a quién, de quién puede hacer qué a quién, incluso matarlo, sin ser castigado. Quizá no se trate de quién puede sentarse y quién tiene que arrodillarse o estar de pie o acostarse con las piernas abiertas. Quizá se trate de quién puede hacer qué a quién y ser perdonado por ello. No me digáis que significa lo mismo."
Pag. 194

Y sí, parece una locura, algo infantil y estúpido, algo típico viniendo de una historia escrita por una mujer. Pero es que es una historia escrita por una mujer. Decir que el mundo es una mierda y no se puede cambiar no es revolucionario, es reaccionario. No te hace más maduro o más sabio.Qué suerte para ti que puedes sobrevivir en el mundo tal y como es, sin cambiar nada. Otros no son tan afortunados. O afortunadas. Y no, la ficción no tiene por qué ser inspiradora u optimista, pero una ficción basada en ser una señal de aviso sobre un futuro peligro tiene más razones para serlo. Porque al fin y al cabo, como mujeres, luchamos contra esta posibilidad todos los días. Y a veces necesitamos una historia con tintes optimistas (aunque sean mínimos) para poder levantarnos de la cama un día más. Para poder mirarnos al espejo y decir: "joder, todo esto merece la pena".

Nolite te bastardes carborundorum.


Os gustará si: Os interesan las historias de mujeres, las buenas distopías, las historias de sufrimiento personal o, simplemente, las alegorías feministas que nos hacen luchar por un mundo mejor.

No os gustará si: Si lo que os gustan son las historias políticas o con grandes intrigas, las historias con mucha acción. Si odiáis el punto de vista personal, subjetivo y poco fiable. Si sois unos machistas recalcitrantes.



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