"El Eterno" o "cómo lo terrorífico de una novela puede no depender del argumento"


 
Título: El Eterno
Autor: Joann Sfar
Editorial: Literatura Random House
Página web: Megustaleer
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
Número de páginas: 368
PVP: 19.90 €






"Los muertos regresan a la tierra cuando les rompen el corazón. Por eso los sabios de antaño recomendaban que se les pulverizara con una estaca de madera. Los más estrictos ordenaban también que se les arrancaran los ojos, que se les cortaran las orejas y que luego se obstruyeran con guijarros, hierbas trenzada y cera las órbitas vacías y los tímpanos perforados, para que nada sepan de lo que acontece después de su fallecimiento. No hay que darles ganas de volver. Los sabios modernos, más preocupados por no tener que ensuciarse las manos, generalmente consideran que una lápida muy pesada basta para calmar en los difuntos todo deseo de regresar al mundo. A pesar de las disputas generacionales, los taumaturgos de todas las creencias coinciden, aún hoy en día, en ese punto preciso: no es prudente dejar a un muerto sin sepultura."

"El eterno" pag. 40, Ed. 2014

¿Sabéis cuál es una de las sensaciones más terroríficas que puedo experimentar como lectora? Sucede cuando estoy en la parte final de una historia y han aparecido nuevas cuestiones y tramas, y los enigmas principales aún no se han resuelto y entonces te das cuenta de que faltan como unas diez páginas para terminar... y que obviamente el autor no va a resolver nada.


 
"El Eterno" es así. "El Eterno" no resuelve ninguna de las tramas abiertas, ninguno de los enigmas que deja caer.

"El eterno" no tiene final.

O al menos no uno que yo considere como tal. Y no, no es que plantee un final abierto. Yo he leído finales abiertos, "El nadador en el mar secreto" de William Kotzwinkle tiene un final abierto. "El Eterno" simple y llanamente no termina. No había sufrido una sensación así desde "La ternura de los lobos" de Stef Penney.

Puede, y me lo planteo, que yo sea demasiado estúpida y que Joann Sfar sí que termina la historia, y los enigmas se resuelven y todo tiene una explicación, pero lo que ocurre es que mi comprensión lectora es pésima. Puede.

Y lo que me fastidia no es que haya alguna cuestión no resuelta, lo que hizo que mis venas ardieran como si de repente fluyera propano por ellas fue el hecho de que en la segunda parte de la novela el autor abre nuevos enigmas. Podría no haberlo hecho. Podría haber dejado las cosas como estaban. Pero no. Abre nuevas puertas que luego no se digna a cerrar, ni siquiera a entornar. Lo del anillo contra las maldiciones que Rebecka recibe de un indivíduo con triste final es de juzgado de guardia, por ejemplo. ¿Qué quería conseguir el autor con eso? Pero claro, puede que sí tenga sentido. Es un símbolo de Salomón, tal vez no tenga sentido para mí porque yo no soy judía. Y no lo digo en sentido peyorativo. Este libro bebe de la cultura, tradiciones y humor judíos (Sfar es judío y eso marca mucho su obra) y es posible que a un gentil se le escapen muchas de las referencias. Como he dicho antes, es posible que yo no vea final ni conclusión porque no he entendido la novela.

Salvo por el hecho de meter nuevos personajes en la segunda parte del libro, apenas explicando quiénes son, y dejando su historia a medias. ¿Por qué incluír nuevos personajes, como el hombre lobo, que no sirven para nada salvo para hacer el chiste?

Y eso, al fin y al cabo, es lo que me disuadió de agenciarme un lanzallamas e internarme en la selva amazónica quemándolo todo a mi paso una vez terminé la novela. Joann Sfar mete ciertas cosas y referencias porque son graciosas. Un hombre lobo viviendo con un vampiro, aunque no se explique el porqué, tiene gracia porque es una referencia a las películas de monstruos clásicos de Universal. El hecho de que Rebecka Streissand sea psicoanalista y trabaje en una de las pocas universidades que reconoce su disciplina como ciencia porque la universidad en cuestión es la Arkham Miskatonic resulta tronchante. Que de repente aparezca como personaje Lovecraft en persona en toda su gloria xenófoba y racista y actuando como un Glenn Beck que hablara exactamente como las novelas del "loco de Providence" es un puntazo y, sin duda, mi parte favorita del libro.

No, en serio, yo quiero un spin-off con Lovecraft entrenando a sus alumnos para una posible invasión cósmica.

También impidió que me hundiera en una espiral de piromanía y autocompasión el hecho de que el libro está muy bien escrito. Sfar usa una prosa fluída y un vocabulario rico y variado para plasmar sus ideas e imágenes en el libro. Como ejemplo:
"Hiéléna ignoraba que su novio acababa de morir. No sintió escalofrío alguno y ni el menor acúfeno sobrenatural la advirtió del fúnebre instante. Preparaba con esmero tortas de patata. Sus largos dedos blancos amasaban un magma tibio de feculentos, huevos y mantequilla. Hacía calor en la cocina familiar. La joven se enjugaba a menudo la frente. Sus cabellos negros como plumas de corneja caían con destellos de vidriera sobre su rostro lunar." (pag. 31)
Se nota que Sfar tiene un buen dominio del lenguaje. No es una persona que utilice diccionarios de sinónimos para parecer más culto o dar cierta importancia rimbombante a sus palabras, la forma de escribir de Sfar deja claro que sabe lo que está haciendo y el significado de los vocablos.

Luego está el sentido del humor. Aquellos que esperen ver una copia de "La sanguijuela de mi niña" de Christopher Moore se llevarán una sorpresa. El humor de "El eterno" es mucho más negro (aunque parezca difícil), más descarnado, lleno de imágenes sangrientas y gore, y muy judío. Sfar hace chistes sobre las tradiciones judías, sobre los posibles traumas sexuales que puede tener un chico judío (pensad en los chistes al respecto que puede hacer Woody Allen, por ejemplo) y sobre el antisemitismo. Sí, en esta novela encontramos comentarios como que los rusos tenían judíos en sus poblaciones para dscargar su rabia y frustraciones y que cuando los mataban a todos, es entonces cuando se mataban entre ellos. Es un libro con esta clase de humor. Aunque haya puntos en común con Woody Allen, no puedo decir que se parezca al cineasta neoyorquino. Hay algunas partes de la novela, cuando el protagonista Ionas habla, en que si te lo imaginas con la voz de Woody Allen te hace más gracia y entiendes el chiste; pero Woody Allen, creo yo, es mucho más ingenioso y rápido en los diálogos.

Con quien sí compararía a Sfar es con Tim Burton. No porque se parezcan realmente, si no porque como el director de "Eduardo Manostijeras", Sfar coge todas las referencias a monstruos clásicos, al terror gótico, a las tradiciones judías, y las hace suyas, creando algo nuevo y muy personal como resultado. El universo de Sfar es imaginativo y entretenido y a mí me gustó meterme en él... hasta que resultó que me cerró la puerta en las narices porque No. Tiene. Final.


Os gustará si:  Os gustan mucho los vampiros, las novelas bien escritas, el humor negro y macabro, las referencias al terror clásico, o Lovecraft preparándose para el fin del mundo.

No os gustará si: los vampiros no son lo vuestro, si no soportáis el gore, si no os gusta el sexo explícito, si sois muy puristas con el género de terror, si os gusta que las novelas tengan un maldito final.



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